En
los tiempos actuales, la era de la informática, donde los niños son nativos
digitales se están elevando significativamente los niveles de errores e
incorrecciones ortográficas. Estas circunstancias son, en determinados casos,
contraproducentes en el desarrollo de hábitos ortográficos ya que los
documentos de Word poseen un corrector
ortográfico. Este no es más que un servicio o herramienta que ofrece una
aplicación o servicio online y que permite corregir la ortografía de cualquier
tipo de texto, ayudando al usuario en su escritura, por lo tanto los alumnos actuales no ven mucho sentido en
el aprendizaje de la escritura.
Otro
problema que ocasiona el aprendizaje de los aspectos más arbitrarios de las
reglas gramaticales es la dificultad de memorizar reglas. Éste fue el único
recurso, en la enseñanza tradicional: memorizar reglas, aplicarlas para llenar
espacios en blanco y hacer dictados. Hoy, los nuevos materiales disponen de
ejercicios más graduales: suelen partir de la observación para que el alumno
formule hipótesis sobre la regla, después la explicitan y, finalmente, se
aplica y se refuerza con actividades variadas.
La
corrección ortográfica de los cuadernos suele ser motivo de incertidumbres y
conflictos. Muchos maestros me han comentado que, en algunos momentos, deciden
no corregir demasiado para no desanimar al niño pero, en otros, lo hacen de
manera exhaustiva. Este accionar confunde a los alumnos y a los padres. En
algunos casos, cuando se corrigen los borradores, al presentar los trabajos
pasados en limpio, (cuyo producto final sí será corregido hasta sus últimas
consecuencias), los niños terminan restringiendo
significativamente la longitud de sus producciones porque saben que, si
escriben menos, tendrán menos errores marcados.
Es,
por tanto una labor polémica, la relacionada con la corrección ortográfica.
Una
propuesta valedera podría ser la siguiente dividir las correcciones en tres
tipos de correcciones:
a. Autocorrección:
Algunos trabajos quedan tal como el chico los hizo. Estos trabajos son
testimonio del nivel del autor en el momento de su realización. Se marcarán con
una A (inicial de “autocorrección”). El único que tiene derecho a corregirlos
posteriormente es el mismo chico. Es decir, estos textos le sirven al maestro,
al niño y a los padres para evaluar los progresos que va alcanzando a lo largo
del año y, además, permiten al chico volver a esas escrituras y efectuar un
verdadero trabajo de autocorrección.
b.
Intervención de
otros compañeros: En los cuadernos o carpetas pueden aparecer trabajos
realizados en parejas, en equipos o bien individualmente pero que hayan sido
corregidos con algún compañero. Quiero aclarar este último tipo de situación.
Durante mucho tiempo propiciamos que los alumnos corrigieran sus trabajos unos
a otros, situación que trajo múltiples conflictos porque, en muchos casos, los
“correctores” también cometían errores... Por esta razón decidimos que hicieran
trabajos de co-corrección, que consiste en lo siguiente: cuando los alumnos
terminan de escribir determinados textos de manera individual, se juntan en
parejas y revisan entre ambos el trabajo de cada uno. De este modo, el que lo
hizo puede escuchar la justificación de las correcciones sugeridas por el
compañero y decide si hará las modificaciones señaladas o no.
c.
Textos corregidos
por el maestro: El tercer tipo de intervención corresponde a la corrección
ortográfica a cargo del maestro, que suele cubrir la mayor parte de los
trabajos de los cuadernos. En mi caso específico, ubico símbolos previamente conversados
con los estudiantes. Ellos deben buscar en el diccionario la manera de escribir
correctamente la palabra y hacer la corrección. De esta manera, el alumno
adquiere la habilidad de buscar en el diccionario e incorpora nuevos conceptos
en su vocabulario activo.
Una
propuesta sobre cómo se debe enseñar la ortografía en un grado que usted
determine.
Algunas concepciones generales:
a. Debería optarse por aquellas que fuesen
sistemáticas y que trabajen la ortografía sin que se aleje del contexto.
b. Debería abordar contenidos concretos como
vocabulario ortográfico y normativa útil, debería ofrecerse a los alumnos
estrategias de estudio y trabajo para superar de forma autónoma dichos
contenidos.
c. El trabajo debería estar enfocado a garantizar
estrategias que aseguren los conocimientos ortográficos y que estos sean
significativos.
Proponemos una metodología apoyada en tres estrategias
básicas: la observación, la copia
consciente y el autocontrol, que a la vez, articuladas en ese orden,
representan los pasos de la secuencia metodológica que se propone.
Los términos observación, copia
consciente y autocontrol son empleados como estrategias que el alumno
desarrollará en el proceso de aprendizaje ortográfico, lo cual permite insertar
la propuesta dentro de la concepción de aprendizaje desarrollador, que a su vez
tiene su origen en las concepciones de Vigotsky. Las tres estarán presentes
simultáneamente durante dicho proceso, estableciendo una estrecha relación de
carácter cíclico; de modo que, la observación preparará el camino a la copia
consciente y ambas al autocontrol, mientras que la calidad de este último
permitirá que la observación y la copia consciente sean cada vez más eficaces.
Por eso, aunque hay dentro del proceso un momento en que cada una de estas
estrategias tiene su predominio, las tres tienen que estar presentes en todo
momento y será su interacción y carácter sistémico lo que garantice el
resultado. De manera que, como ya se ha dicho, a la par que estrategias, son
consideradas como los tres pasos básicos del sistema metodológico que se
propone.
Para iniciar la observación, el profesor partirá de un texto seleccionado a partir
de diferentes criterios: en primer lugar ha de presentar el contenido
ortográfico a trabajar de modo representativo; además ha de permitir consolidar
otros temas ya tratados y —muy importante— ha de resultar de interés para los
estudiantes.
A partir de ese texto se iniciará una
conversación que vaya de lo más general —el tema y sus implicaciones para los
escolares— a lo más particular —el asunto ortográfico a tratar—, pasando por
los saberes ortográficos acumulados.
El profesor no debe olvidar que en
esta etapa de la observación se busca una familiarización con el texto y sus
peculiaridades a un nivel consciente, que facilite el dictado final, como
comprobación de su apropiación. Debe explicarse —por parte de los alumnos— el
uso de los signos empleados y explorar otras variantes lógicas, deben
reconocerse otras reglas empleadas y listarse los ejemplos del texto, que podrán
ser ampliados con otros aportados por los estudiantes. Por último debe copiarse
el texto con mucho cuidado.
La copia
consciente
Es aquella —totalmente diferente de la copia mecánica— que el alumno
realiza estimulado por motivos intrínsecos, es decir, por el propio interés y
necesidad de erradicar sus carencias, lo cual implica un alto nivel de
compromiso y contribución consciente. Copiar es, en este caso realizar diversos
ejercicios que impliquen razonamiento y desarrollo de habilidades para arribar
una y otra vez a la serie de palabras que se estudia, así como otras con
similares características. Ello propicia el desarrollo de esta estrategia, en
la cual la copia actúa como recurso mnemotécnico imprescindible para la
retención del material de estudio. Su momento de predominio se corresponde con
el desarrollo de la clase, pero como ya se ha dicho debe estar presente en todo
el sistema.
En este momento es que se presenta la serie de ejercicios,
preferiblemente como un todo y no uno a uno, que deben ser ejecutados de forma
independiente, aunque se les permite la consulta y la cooperación en pequeños
grupos. El sistema de ejercicios concebido a partir de los ejemplos definidos
en la primera etapa de la clase —los que aparecen en el texto y otros aportados
por los alumnos hasta completar una serie de diez o 12 palabras— podrá incluir
ejercicios de ordenamiento alfabético, división en sílabas, agrupamientos
varios —tantos como los ejemplos propicien—, sinónimos, antónimos, homónimos,
parónimos, hiperónimos, familia de palabras, búsqueda en diccionario, etc. Aquí
todo vale, el objetivo es que, desarrollando diversas habilidades y jugando, el
alumno repita una y otra vez, copie.
El autocontrol
Se refiere a los mecanismos que el alumno debe asimilar y que propician la
regulación de sus propios avances y del desarrollo de su competencia. La
responsabilidad adquirida al ejercerlo y los pequeños éxitos alcanzados
constituyen un elemento motivacional que permitirá la retroalimentación del
sistema. Su momento de predominio se corresponde con el final de la clase,
aunque es indispensable que se mantenga durante todo el proceso de la clase
especializada de ortografía, y aún fuera de ella. Su efectividad depende de la
utilización que el propio alumno le dé a los mecanismos de regulación externa
(lo emulativo) e interna (el desarrollo de las estrategias) y la
responsabilidad individual y colectiva ante la tarea, que se evidencian en el
cuidado puesto para no cometer errores.
El autocontrol se realiza, durante todo el sistema de trabajo y, en
particular, en el dictado: el alumno conoce el texto, lo ha estudiado y
trabajado —incluso el dictado puede hacerse en la próxima clase— y ha creado
una serie de mecanismos de autocontrol: sabe que hay x comas, tildes, palabras
con esta u otra terminación; toda la serie de trabajo ha de estar en función de
la creación de esos recursos. El profesor dicta —aunque también puede hacerlo
un alumno bien entrenado—, pero no revisa: la revisión es responsabilidad del
alumno; primero, se activan esos recursos —“Miren a ver si pusieron todas las
tildes, recuerden que eran…”— y luego se coloca de nuevo el texto del dictado y
se conduce la autorrevisión.
Aunque en todo el proceso el profesor desempeña un papel esencial, es muy
importante que vaya dejando en manos del alumno cada vez mayores
responsabilidades, que le confiera cada vez mayor independencia. Así
desarrollará habilidades y las convertirá en estrategias de trabajo.
Por último se desarrollará un ejercicio de construcción textual en el cual
deberá emplearse, de una u otra forma, la materia estudiada.
La metodología propuesta, además de propiciar como ya se ha explicado el
crecimiento cognitivo y metacognitivo de los escolares, impulsa el desarrollo
de su creatividad, pues constituye una exigencia obligada la elaboración de
ejercicios por el propio alumno, así como su papel activo y creador en la
ejecución del control y el autocontrol.
También contribuye al desarrollo del componente axiológico, pues la
cooperación, la solidaridad en el trabajo, el respeto al compañero y el
colectivismo, entre otras, son importantes cualidades morales imprescindibles
para la aplicación de la metodología y que, por tanto, deben estimularse de
manera muy especial.
Por otra parte, el carácter comunicativo y textual del diseño propuesto,
que ha tenido en cuenta que la palabra adquiere su valor real en el texto y que
las disortografías constituyen una importante barrera para la comunicación
propicia también un mejoramiento de las capacidades comunicativas del escolar.
La metodología propuesta parte de mostrar la palabra insertada en un texto
y, luego de fijarla mediante la copia (realizada a través de suficientes y
variados ejercicios), volverla a insertar en el texto construido esta vez por
el alumno.
2.
Análisis del cambio del alfabeto español.
Comencemos
recordando que la normativa ortográfica de la lengua española es fruto de un
proceso de adaptación y simplificación de los vanados y variables usos antiguos.
La simplificación del español es una propuesta antigua que en diciembre del año
2010 se hizo realidad. Después de años de trabajo, las veintidós Academias de
la Lengua Española alcanzaron el consenso panhispánico y a finales de 2010 se
instauró una nueva "Ortografía de la Lengua Española".
La
regla básicamente plantea lo siguiente: “Se excluyen definitivamente del
abecedario los signos ch y ll, ya que, en realidad, no son letras, sino
dígrafos, esto es, conjuntos de dos letras o grafemas que representan un solo
fonema. El abecedario del español queda así reducido a las veintisiete letras
siguientes: a, b, c, d, e, f, g, h, i, j, k, l, m, n, ñ, o, p, q, r, s, t, u,
v, w, x, y, z”.
Los
sustentos para semejante disminución se pueden analizar en la nueva edición: “En
su intención original, el abecedario o serie ordenada de las letras de un
idioma constituye la representación gráfica de sus fonemas usuales, es decir;
de los sonidos que de modo consciente y diferenciador emplean los hablantes.
Una ortografía ideal debería tener una letra, y solo una, para cada fonema, y
viceversa. Pero tal correspondencia, por motivos históricos y de diversa índole, no se produce en casi ninguna lengua,
aunque el español es de las que más se aproximan a ese ideal teórico”.
Como
las demás lenguas románicas, el español se sirvió básicamente desde sus
orígenes del alfabeto latino, que fue adaptado y completado a lo largo de los siglos. El
abecedario español quedó fijado, en 1803, en veintinueve letras (27 letras),
cada una de las cuales puede adoptar la
figura y tamaño de mayúscula o minúscula.
Plantean,
además, que con semejante medida el español
asimila al resto de las lenguas de escritura alfabética, en las que solo
se consideran letras del abecedario los signos simples, aunque en todas ellas
existen combinaciones de grafemas para representar algunos de sus fonemas. En realidad;
ch y ll son dígrafos, signos
ortográficos compuestos de dos letras. Desde la cuarta edición del Diccionario académico (1803) vienen, sin
embargo, considerándose convencionalmente letras —cuarta y decimocuarta,
respectivamente, del abecedario español—, por el hecho de que cada uno de ellos
representa un solo fonema. Esta supresión responde, entre otros motivos al hecho de que
el uso dentro del alfabeto había hecho olvidar su condición de dígrafos.
La
nueva edición de la Ortografía de la
lengua española editado por la Real Academia plantea que han sido muchos los
hispanohablantes que, en los últimos tiempos, se habían dirigido a la Real
Academia Española solicitando aclaraciones de normas ortográficas, planteando
dudas y sugiriendo, en fin, la conveniencia de presentar la Ortografía de un modo
más sistemático, claro y accesible: “A petición de diversos organismos
internacionales, la Asociación de
Academias de la Lengua Española acordó en su X Congreso (Madrid, 1994)
reordenar esos dígrafos en el lugar que
el alfabeto latino universal les asigna”
Queda
de esta manera ordenado nuestro abecedario, con 27 letras.
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